El Espejo

Hoy me levanté con la mañana fría y la alegría ausente. Demasiado tibia la cama para dejarla. La soledad me acompaña y me reconforta su presencia.

No soy yo, no soy yo; hoy simplemente no soy yo. El cuerpo no lo entiende y por costumbre se despierta. Me regaño: "Duerme, duerme. ¿Qué pasa que no duermes?" ¡No! Ya es hora de existir y, en mi caso, subsistir porque no sé para qué estoy levantándome.

Como autómata, me paro con el sinsabor mañanero de no saber qué pasa. Camino sin ganas hasta el baño y ahí está: El temido espejo.

Llevo mucho tiempo evadiendo el Reflejo. Demasiados ojos mirándome cuando me acerco. Demasiadas preguntas sin respuesta. Demasiados sueños sin cumplir. Demasiado desazón concentrado; demasiada angustia; demasiado ruido; demasiado hastío; demasiado, demasiado.

Hoy me encuentra y con amor me pregunta "¿Qué te pasa?" Trato de evardir la respuesta "No lo sé. No sé qué me pasa". Como una ráfaga empiezan a brotar las palabras. "Te culpo. Te culpo por todo lo que siento y he sentido. Te culpo por mi pasado, te culpo por mi presente y, si pudiera, te culparía por el futuro, aunque sé que no ha ocurrido. Te culpo por ser como eres. Te culpo porque no seas como quiero. Te culpo por lo que está pasando. Por todo, te culpo". Las lágrimas se agolpan en mis ojos. Respiro y empiezo nuevamente. "Sé que soy yo, Reflejo, discúlpame. No tienes nada que ver en esto. Llevo tanto tiempo sintiéndome así que ya no sé ser de otra manera. He alimentado con tanta paciencia la víctima que ya no sabe abandonarme. He segado con tanto ciudado los terrenos de mi decepción que ya no sé cómo podarlos".

Nuevamente bajo la cabeza. El Reflejo me mira como interrogándome y no tengo respuestas. Perdí el rumbo, perdí el ánimo, perdí el Yo.

Levanto la mirada y el Reflejo me sonríe. Creo que me va a abrazar, pero en cambio de eso, empieza:


"Por tantos años te he acompañado. He estado contigo en cada derrota y en cada batalla.  He llorado cada lágrima, he reído cada risa y he soñado contigo cada sueño.  Sé quién eres; sé bien el material del que te forjaron y sé muy bien que esto es solo un momento. Has llorado y no eres llanto. Has caído y no eres fracaso. Has luchado y no eres guerra. ¿Qué esperas para ser feliz?.

Te doy felicidad, te doy amor, te doy tiempo, te doy dicha, te doy ánimo. Tienes todo, no decidas despreciarlo. Acá estoy, soy tu Reflejo. Soy tu incondicional compañero. Tengo tus sueños y mis sueños".

Con amor, mi reflejo seca mis lágrimas y se sienta a mi lado. La soledad lentamente camina hacia la puerta. El Reflejo se acerca, me besa y, entonces, soy capaz de ver la verdad: Ahí han estado siempre las ganas de vivir, las ganas de ser, lo que me apasiona y lo que me da coraje. Siento una especie de rabia, pero ya no es la misma. Ya no es el encierro, ya no es la pena, ya no quiero irme. Siento que algo dentro de mí brota como una tempestad: un buen sueño, un buen augurio, una sonrisa, un juego. Tengo ganas, tengo tiempo, tengo vida y tengo deseo.

"¡Gracias, gracias por estar siempre aquí!", le digo con amor a mi Reflejo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alzar las velas